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Eddy Janeth M.H.

Eddy Janeth Mosquera Hinestroza

«Eddy Janeth Mosquera Hinestroza (…) Nació en Cali, Colombia, en 1986. Es creadora de un puñado de textos dramatúrgicos, y desde ya la intensidad de su dramaturgia se ha revelado en la potencia teatral de sus puestas en escena. La suya es una dramaturgia que, por un lado, impone en el espectador certezas pendulares donde el tejido dramático se hace desconcertante; y por otro lado, va dejando a las letras latinoamericanas la noticia de que la autora afrocolombiana ha irrumpido en el escenario de los autores colombianos, cuyo inestable grupo se sostiene sobre nombres masculinos en el siglo XX completo. Entre los autores de su generación ―hombres y mujeres―, las obras de Mosquera Hinestroza parecen ser las más vigorosas y, escénicamente, trascienden su literalidad». (Vélez, 2019: 43)

Libro: Autores afrocolombianos dramaturgia para la liberación y la escena
Autor: Rodrigo Vélez
Estudio: Eddy Janeth Mosquera Hinestroza: instituciones generadoras de diferencia y Las mujeres de Sara.

Publicaciones

2020-Artículo La cultura en provincia en:

La cultura en provincia, es un artículo sobre el proceso de investigación para la creación de personaje en la obra El tío Ivam, adaptación al Pacífico colombiano de El tío Vania, de Antón Chéjov en el Laboratorio Escénico Univalle – Grupo de Creación e Investigación.

2018-Esquizoide en:

Esquizoide es una obra escrita para la primera versión de Mis amores 2016, evento organizado por la agrupación Dulce Compañía que reunió un equipo de artistas dramaturgos, directores y actores para producir, en tres meses, cinco obras breves escritas bajo la premisa Mis amores.

2017-Trastornos

Trastornos fue publicada por la editorial uruguaya Salvadora como parte de la colección Nueva Dramaturgia Aduanera: colección enfocada en dramaturgias escritas por mujeres contemporáneas latinoamericanas

El teatro como medio para

Del 2016 al 2019 fui coordinadora, en la Secretaría de Cultura de Santiago de Cali, del proyecto de promoción de lectura, escritura y oralidad en espacios no convencionales: Escenarios diversos para el vuelo de las palabras; proyecto que, hasta el 2019, hizo parte del programa Red de Bibliotecas Públicas de Cali. Este proyecto estaba conformado por once estrategias de carácter social ejecutadas por un equipo interdisciplinar de hasta veinte profesionales.

En el 2016 fui seleccionada por ACDI/VOCA para coordinar el equipo de artistas caleños, invitados al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá 2016 (FITB), en el marco del proyecto organizado por el FITB en colaboración con el Programa para Afrodescendientes e Indígenas de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), llamado: “Agárrate, lo afro se toma el festival“.

La docencia

Desde febrero de 2012 hasta junio de 2016 fui docente del Programa de Licenciatura en Arte Dramático, en la Universidad del Valle sede Pacífico (Buenaventura – Colombia), impartiendo clases de teoría y práctica teatral. De las clases teóricas destaco el seminario de monografía, donde apliqué mis conocimientos en investigación sociolingüística para aplicar los métodos investigativos de esta ciencia al arte dramático; de este modo, los estudiantes pudieron enfrentarse a la formulación de problemas de investigación teatral siguiendo una ruta metodológica clara.

Por otro lado, de las asignaturas prácticas destaco aquí dos montajes:

2016-El luto le sienta bien a Electra de Eugene O’Neill

Dalia Alava, Karen Melissa Durango, Tatiana Pastrana, Johanna Correa, David Alexander Linares, Gina Marcela Rentería y Jhordy Vasquez.

En el Taller de Montaje III, del primer semestre del 2016, se realizó el estudio de la obra A Electra le bien sienta el luto, de Eugene O’Neill. Para el desarrollo del proceso académico los estudiantes conformaron grupos de investigación así:

  • Estudio comparativo entre La Orestiada de Esquilo y A Electra le sienta bien el luto de O’Neill.
  • Estudio del contexto histórico de A Electra le bien sienta el luto.
  • Estudio de la obra de Eugene O’Neill.
  • Diseño de escenografía.
  • Diseño de vestuario.

2014-Los justos, de Albert Camus

Juan Eulogio Córdoba, Natalia Andrea Fong, Yésica Orobio, Miladis Alomía, Marino Angulo, Juan Carlos Angulo y Cristian Advíncula

En el Taller de Montaje III, del primer semestre del 2014, se realizó la puesta en escena de la obra Los Justos de Albert Camus. Los estudiantes fueron orientados en un proceso de investigación que les instó a correlacionar el conflicto planteado por Camus en la obra con el conflicto armado nacional y, a partir del nuevo conocimiento, diseñar la propuesta estética para la puesta en escena y construir personajes acordes con la propuesta artística.

Dramaturgia y dirección

Iceberg

Iceberg le apostó a una puesta en escena hiperrealista. La obra iniciaba con situaciones y conversaciones cotidianas: un televisor encendido, una joven haciendo ejercicio y luego ella y su hermana conversando de las necesidades habituales de una casa de familia, el recibo de energía, la entrevista de trabajo, el cansancio del día… los espectadores están sentados en la sala de la casa, no son invitados, ni invisibles, la cuarta pared es difusa, son testigos de la violencia doméstica y del dolor, son cómplices: «…lo vi muy real, me impactó mucho…» diría uno, «…es muy buena, muy fuerte emocionalmente…» diría otro.

Patricia G. y Adriana Bermúdez F.

Fragmento

Silvana: …lo voy a llamar para decirle que ya no lo quiero ver más, y lo voy a hacer por teléfono porque en persona no podría, pásemelo

Gabriela: si quiere lo llamo yo

Silvana: no tranquila, yo lo hago

Gabriela: ¿segura?

Silvana: segura… (Gabriela le entrega el teléfono, marca) Hola… bien… no tranquilo no fue nada (Gabriela le da una palmada) bueno… la cosa es que…

Gabriela: (acercándose a la bocina) ¡malparido!

Silvana: (apartándola) no sea metida, váyase de aquí (Gabriela no se mueve) aló… nada, Gabriela que… sí… pues no tenía que contarle es evidente… ¿y por qué le voy a decir mentiras?… pues si no quería que se dieran cuenta no lo hubiera hecho ¿no? Simple… en fin… sí… sí… yo también te quiero pero…

Pedro Jacobo Usher

Reseña

Por Álvaro Bautista, docente de literatura en la Universidad del Valle

Lo primero que vemos de la familia es la televisión que ve: un programa que recoge la moda de la teleayuda sicológica y la forma vulgar y espectacular como una persona cuenta su drama, en un ridículo real TV. Lo segundo que vemos es a una joven, Gabriela, que se preocupa de un modo enfermizo por su cuerpo, realizando de manera masoquista ejercicios y esforzándose por una anorexia que parece a punto de derrumbarla. Lo tercero, otra joven, Silvana, que en un contrapunto agudo, sarcástico, critica el no comer o comer simples ensaladas de Gabriela; lo cuarto es que pronto aparece uno de los personajes que jamás veremos pero que sentimos, porque determina con profundidad a estas dos mujeres: la madre. Se discute sobre la rutinaria tendencia de esta a estar enferma y a punto de morir, lo que lleva a las hermanas a mostrar que la una se preocupa por la salud de la madre y la otra, no. Efectivamente, Silvana no cree mucho en las dolencias y la muerte de la madre y tiene una posición realista y sin engaños sobre la presencia de la muerte.

Quien ame el teatro no se puede perder esta obra. Escenificada en una sala, en unas alcobas (una sirve para que los personajes salgan de la escena cuando la disputa arrecia) y en la cocina de una casa, con unos 16 espectadores sentados cómodamente, el montaje nos mete en el centro de los conflictos familiares de las hermanas. Asistimos a esta discusión entre hermanas, no como fisgones sino como si la vida de los otros hiciera parte de nuestra vida.

De pronto una llamada en el teléfono que cambia la dirección de la crítica: ya no más una hermana puyando la dedicación de la otra por un cuerpo ideal, flaco; ahora es la joven de los ejercicios compulsivos la que apunta a Silvana: “¿cómo puedes contestarle a este tipo: ¡te pegó!” Y de manera asombrosa se empieza a ver lo que hay debajo del iceberg. Pero esto lo saben los dos personajes, pronto otra llamada nos enviará al segundo acto de la obra, a partir de un suceso que sabremos al mismo tiempo nosotros y los personajes: la muerte de la madre.

Se van las luces. Vuelven. Un actor joven nos trata como invitados a un velorio. Nos da café, un rico café, hecho con amabilidad y para no tragar tanta saliva. Y nos encontramos con las hermanas, vestidas de negro con su padre. Pero ahora la novia está terriblemente herida en su rostro: curas, esparadrapos, sombras y coágulos muestran el otro lado de Silvana: su amor.

El diálogo entre padre e hijas nos sumerge en la complejidad de un padre que hace el duelo metiéndose un porro y que empieza a ver el mundo como si todo armonizara. El actor que lo representa es un joven, demasiado joven para ser padre de chicas tan adultas, pero esto no importa, porque hay algo adolescente, juvenil en este padre díscolo, jocoso y amigable. Uno quisiera casi meterse en la obra y pedirle que comparta el pucho, pero algo más revela en el segundo acto: la parte del iceberg de Silvana, su amante. Su aparición, en medio de una traba de marihuana del padre y Silvana, y de la indomable hambre de la atleta, nos lleva a un juego de rabias y extrañezas con la manera en que reciben al amante. La obra va a plantear menos que la violencia de los hombres machos, las miserias de estos, sus debilidades, lo inhumanos que son en medio de sus melosas palabras. Eddy Janeth y su equipo han logrado mostrar la violencia contra la mujer de un modo tal que cuando los hilos de la justicia se desembocan, en vez de juez y de cárcel, veremos la transformación de un personaje en un objeto de sala: un mueble.

No podéis perderse esta obra que sólo muestra parte de lo que esconde el iceberg de una familia, la suficiente para salir en medio de meditaciones y palabras que articulan escenas llenas de riesgo y mordacidad.

Me voy pensando en el bello gato de la casa, el cual pasa y reclama la presencia de sus siervos habituales. Es maravilloso cómo el montaje provoca que el gato, sin actuar, actúe: cuando hay peleas, y en el fondo la batería incrementa el conflicto y avizora el choque frontal de los personajes, el gato no se va ante el “!Quítese de aquí¡”. Se queda como un espectador más, como un habitante de la casa que participa de un montaje y nos dice que quizá hemos asistido a la vida misma, a su horror y su miseria.

Por Álvaro Bautista, docente de literatura en la Universidad del Valle

Trastornos

La propuesta de dirección para el montaje de Trastornos consistió en representar el flujo de pensamiento de una mujer en crisis, para ello, se eliminaron las entradas y salidas, de modo que la escenografía no tuvo puertas, los actores actuaban al interior de una caja, literalmente, y el espectador podía ver los límites de la cuarta pared. Ya el texto dramático propone un desprendimiento temporal yendo y volviendo del pasado al presente en una misma escena. En Trastornos el espectador fue voyerista no de la vida al interior de una casa sino de la mente y la mente tiende a ser caótica y hay pensamientos que preferimos guardar hasta de nosotros mismos, de modo que algunos se sintieron agredidos por la desnudez y otros alcanzaron inesperados niveles de identificación.

Diego Burgos, Adriana Bermúdez F, Patricia G, Paola A. Charria y Pedro Jacobo Usher.

Fragmento

Harold: creo que voy a tener que suspender mis encuentros con vos

Raquel 1: bueno

Harold: ¿bueno?

Raquel 1: bueno

Harold: no te importa

Raquel 2: ¿se enojó?

Raquel 3: ¿intenta manipularme con sexo?

Raquel 2: imposible

Raquel 3: lo dicho. Es un idiota

Raquel 1: ¿intentás manipularme con sexo?

Harold: me sorprende que no te importe

Raquel 1: vos qué sabés

Harold: ¿te importa?

Raquel 1: sí

Harold: mentira

Raquel 3: (audible) ¿si no respondo lo que querés entonces estoy mintiendo?

Harold: si te importara no te sería tan fácil dejarlo

Raquel 2: (audible) ¿quién dice que es fácil?

Harold: estás bastante tranquila

Raquel 1: ¿querés que llore? ¿O que te ruegue que te metás a mi cama?

Harold: no estoy hablando de eso y vos sabés

Raquel 3: no, no sé de qué estás hablando e igual no importa

Harold: ¿ves cómo no te importa?

Raquel 2: (audible) no importa porque se acabó

Por mi puta madre

Francia Elena Solano y Juan Carlos Osorio Molano

La dirección de Por mi puta madre buscó el minimalismo y la visceralidad, al ser el primer montaje profesional luego de terminar la licenciatura fue, principalmente, una exploración de autodescubrimiento para cuestionar los paradigmas de la escuela de arte dramático que entrenó a todo el equipo de trabajo, de modo que la consigna fue simple: eliminar el quehacer escénico, regla de oro en el entrenamiento actoral recibido en la escuela, lo reemplazamos por la exacerbación de las pasiones y para ello, los recursos dispuestos para dar ilusión de realidad obstaculizaban el paso a la visceralidad, a la verdad interna. El resultado fue una obra honesta sobre la depresión con una fuerte crítica a las creencias religiosas y las relaciones de familia.

Francia Elena Solano

Fragmento

Amparo: (vuelve a poner la canción, baila un momento y luego se deja caer en el piso. Pausa. Apaga la canción. Sonríe) tiene razón. El problema está en haber perdido la voluntad, en haber perdido el impulso. Ya no me pertenezco, pero a ella tampoco, propiedad de quién soy entonces (ríe) soy prisionera de mi misma, todo lo que pienso se convierte en una razón para quedarme quieta, para no hacer nada, inmóvil, esperanzada a que alguien va a llegar me va a sacudir y podré moverme otra vez como cuando… (Sonríe) no recuerdo la última vez que me moví, pero como entonces. Yo sé que no va a llegar nadie, no tengo tanta fe, yo sé que no voy a moverme otra vez, porque yo no estoy aquí, ¡me robaron! (ríe) y ahora yo no soy yo, soy otra ¡que no conozco!, ¡que no entiendo!, ¡que no me gusta!, porque cuando se mueve se mueve mal, por eso es mejor que me quede quieta, al menos hasta que llegue alguien y me devuelva. (Pausa, mete la mano entre la ropa interior y saca un cigarrillo y un encendedor) debería quedarme quieta, porque hoy me muevo mal (saca una licorera del busto).