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Estás escuchando la primera parte del resumen del libro Cómo no escribir una novela: 200 errores clásicos y cómo evitarlos, escrito por los editores Howard Mittelmark y Sandra Newman. El episodio de hoy es sobre la trama, los personajes y el estilo.

A medida que avancemos en el resumen iré leyendo citas del libro y te darás cuenta de que lo que hacen, durante toda la narración, es instar a los escritores a usar el sentido común para discernir entre lo que podría y no funcionar en su narración, en otras palabras, autocrítica libre de abstracciones teóricas.

Ahora bien, como los autores han ejemplificado la mayoría de los errores descritos en este libro, me parece que este resumen ganará en precisión al utilizar sus ejemplos, de modo que estos, y las citas en general, los escucharán en segundo plano.

Dicho esto:

La trama

“Si a tu lector no le importa lo que va a ocurrir a continuación, es que no hay trama”.

La trama, en un texto de ficción, está ligada a los personajes, hace referencia a eso que les ocurre, a la acción dramática y a lo que se quiere contar.

Para hablar de ella, a partir de este libro, vamos a responder a tres preguntas: ¿cómo diseñar un entramado que te permita hablar, elocuentemente, de aquello que querés hablar, sin caer en los lugares comunes?, ¿Por qué el oficio de escritor es más difícil que el de Dios? Y ¿cómo concluir la trama?

Entonces, vamos a la primera pregunta: ¿cómo diseñar un entramado que te permita hablar, elocuentemente, de aquello que querés hablar, sin caer en los lugares comunes?

  1. Tené claro qué querés contar y quitá todo lo demás
  2. Elegí una premisa que no responda a tu ego, sino a las necesidades narrativas de la historia.
  3. Seleccioná sólo las escenas que permitan contar la historia y eliminá todo lo demás, porque son meros decorados.

“…si hay un chicle en la repisa en el primer capítulo debe pasar algo con él antes de que se acabe el libro”.

Este recurso es conocido como “El arma de Chejov”, Chejov fue un autor Ruso que escribió con una precisión milimétrica, El arma de Chejov hace referencia a incluir sólo aquello que es útil, necesario e indispensable, entonces, si en tu escrito hay una escena que te parece súper bonita pero no aporta nada para que la trama avance, pues debe irse y vos podrías decir, “pero, la escena permite descubrir información relevante de X personaje”, una escena para botar información no es interesante, borrala.

“Si tu novela empieza empantanándose con una pesada información preliminar, plantéate emplear esta técnica de arranque inmediato”.

“Escoge una escena de acción clave y empieza tu novela con ella, introduciendo a tu protagonista cuando éste ya se encuentre en medio de un conflicto apasionante, a fin de atrapar de inmediato al lector”.

Si en tu historia hay menores, prestá atención a lo que querés contar y a las situaciones en que ponés a esos personajes, no querés encender las alarmas cuando la intención que tenías era, por ejemplo: presentar, la amistad entre un sacerdote y una niña, quien lidia con la influencia de su madre hipocondríaca. Que no te gane la ingenuidad.

Segunda pregunta:

“¿Por qué el oficio de escritor es más difícil que el de Dios?

Dios puede trabajar con las coincidencias más enrevesadas, las intrigas más rocambolescas y dramáticas paradojas de lo más perversas, sin pararse nunca a pensar si su público le comprará la idea o no. Un escritor no cuenta con ese lujo.”

Respecto del desarrollo de la trama los autores enlistan cuatro errores recurrentes en escritores noveles:

Monogamia: es como ir por una autopista sin curvas ni baches, en este caso la autopista es la línea argumental.

Onanismo

“Llevada al límite, la monogamia se convierte en onanismo. Esto ocurre cuando un solo personaje pasa por la vida sin tener ninguna relación significativa con nadie.”

Monogamia en serie

Esta es la trama paternalista, donde el autor, como un buen papá responsable y protector, cuya personalidad ya raya en la psicosis, no deja que a su retoñito le pase algo, de modo que, si el autor pone algún obstáculo, conflicto o problema en frente del personaje, también puso la solución a la vuelta de una página, porque ¡qué horror permitir que le vaya mal por mucho tiempo!

La orgía

“Este error se da cuando hay demasiadas líneas argumentales y confunden al lector.”

Luego están esas tramas que no avanzan porque el objetivo es inalcanzable, el personaje lo sabe, el lector lo sabe, y aun así el personaje sigue yendo hacia él y ya a uno le da pereza seguir leyendo, o viendo esa vaina; otras veces no avanza porque al autor le da por contar la misma escena más de una vez, entonces un personaje se reúne con otro para contarle X y luego se reúne con otro más para contarle a este también y ahí se puede quedar patinando largo rato entre reuniones lo que nos envía de vuelta al “arma de Chejov”, que en esta sección del libro han decidido llamar, el tumor benigno:

“El tumor benigno es una escena, capítulo o pasaje de una novela que puede extirparse limpiamente sin riesgo de causar daño al conjunto del organismo”.

Tercera pregunta: ¿cómo concluir la trama?

  1. Evitá las sorpresas sin sentido; es decir, si no estás en la antigua Grecia y no te llamás Eurípedes, procurá que al final, justo al final, no venga el Sol en un carruaje a salvarte.

“Es como si el autor dijera: ‘Sabes, acabo de darme cuenta de que mi trama no funciona, así que voy a añadirle algo que no tiene nada que ver, ¿de acuerdo?’”

  • No cambiés de género justo al final; si estás contando una historia puramente realista, no terminés con un dato de ciencia ficción que no venga a cuento.

“’era como si John se hubiera convertido de alguna manera en otra persona’. Si John se convierte de alguna manera en otra persona y los lectores no presencian esa transformación, el editor que está considerando tu novela, de alguna manera, se convertirá en un editor que se pone a leer otra novela.”

  • No pongás en boca de algún personaje la explicación del final.

“En ocasiones, en lugar de un prólogo que presente todas las ideas filosóficas que el autor intenta comunicarnos con su novela, éste nos obsequia al final del libro un largo monólogo que nos explica esas ideas filosóficas que nos ha ido contando a lo largo de toda la narración. Ideas que, ni que decir tiene, ya conocemos porque hemos llegado hasta ahí.”

Pasamos al siguiente punto:



Los personajes

En este capítulo los autores hacen un recorrido por tres tipos de personaje: el protagonista, los secundarios (que serán ‘los amigos’ del protagonista) y el antagónico a quien llaman ‘el malvado’ (su elección, no mía).

El capítulo empieza con una necesaria recomendación relacionada con cómo no describir un personaje, básicamente lo que dicen es: no los piropees y mucho menos hagás que se piropeen a sí mismos frente a un espejo, por ejemplo: no escribas “es bonita y te tetas grandes”… podés invitarle un café a ver si le conocés un poquito y entonces se te ocurre escribir algo menos… piropo.

“esto sólo es una convención de la peor literatura que da la siguiente impresión: ‘Mirándose al espejo, Joe vio a un hombre alto, de pelo castaño, atrapado en una novela condenadamente mal escrita’.”

Para abordar el resumen de este capítulo voy a leer y comentar tres ejemplos de lo que los autores nos dicen que no se debe hacer al construir personajes:

Primero: excederse al intentar hacer simpático a un personaje

“Melinda disimuló una mueca de preocupación cuando vio al vagabundo sin techo en las escaleras del metro. ¿Sería suficiente con cinco dólares? Decidió que tendría que serlo: todavía tenía a su hermana a su cargo y su madre aún podría necesitar esa operación a corazón abierto. ¿Cómo podría trabajar más horas aún en su duro trabajo? Melinda siempre trataba de mantener el buen humor de sus compañeras de trabajo, siempre tenía a mano una broma o un comentario amable. «No sé qué haríamos sin ti», decía siempre Esmeralda con su acento salvadoreño. Y todas las chicas de la cadena de montaje asentían con la cabeza en señal de conformidad.

La gente perfecta es muy aburrida.”

El problema que yo veo con este tipo de escritura es que, con el respeto que los escritores de televisión se merecen, parece salida de una mala telenovela y algunas telenovelas y series deberían estar vetadas porque carecen de creatividad y lo que me parece peor es que se basan en prejuicios, machismo y el ideal católico de mujeres virginales desprovistas de humanidad y cuyo único defecto es ser, en la adultez, tan ingenuas como una niña de ocho años. Lo peor es que hay mucha gente que ve esos programas no como historias de ficción escritas y producidas de afán, sino como un espejo de la sociedad y como noticias… Pero bueno, que me desvío del tema y acá estamos es para hacer el resumen de un libro.

Segundo ejemplo de cómo no construir personajes:

“Cuando invitamos a alguien a casa, no esperamos que se presente con toda su familia. A menos que una persona tenga realmente un papel en la trama el lector no necesita conocerla.”

¿Cuándo los amigos o los personajes secundarios son, como anotábamos antes, un tumor benigno?:

  1. Cuando no hacen nada por la trama.
  2. Cuando aparecen de la nada y peor, lo hacen sólo para halagar al protagonista.
  3. Cuando son tantos que es imposible para el lector y hasta para el mismo autor, saber quién es quién.
  4. Cuando son estereotipos. En este punto, si los estereotipos son los personajes principales, toca reescribirlo todo.

Quiero cerrar el resumen de este capítulo con un ejemplo que, a mi parecer, recoge todo lo que los autores estuvieron comunicando en este apartado.

Joe dejó que sus ojos se demoraran en sus brillantes ojos azules, su piel perfectamente bronceada, su larga melena rubia. Melinda podría haber sido modelo, si no fuera por sus enormes, aunque perfectos, pechos. Sus brazos eran esbeltos y del color del oro, sus piernas largas, y bien torneadas. Por un lado recordaba a Scarlett Johansson y por otro a Angelina Jolie, sólo que mejor. Joe nunca pensó que pudiera sentir tanto amor.

No voy a comentar nada de esto… creo que la cita por sí sola es lo suficientemente elocuente.

Cerramos el apartado con una cita sobre los personajes antagónicos, a quienes ellos han llamado malvados y yo me rehúso porque creo que: si un autor piensa en cualquiera de sus personajes como un ser de pura maldad, pues le va a ser bien difícil llegar a lo que los mismos autores de este libro recomiendan:

“Un malvado debe siempre tener una razón que los lectores puedan entender sin necesidad de que sean unos psicópatas.”

En otras palabras, el personaje antagónico debe despertar empatía, y sería difícil sentirla por alguien cuya motivación, si podemos llamarle así, es la maldad.

Estilo

En el estilo entran a jugar: la gramática, el léxico, la semántica, la puntuación, las figuras literarias y por supuesto, la ortografía; eso no quiere decir que estaría bueno escribir en español antiguo o que hay que saberse todas las palabras del diccionario o usar palabras que están en desuso sólo porque sí, no querés obligar a la gente a leerte con una ventana de wordreference al lado… obviamente más temprano que tarde, esa persona, va a dejar de leer.

“Emplear palabras que tu lector no conoce es una mala idea, pero es una práctica que se puede defender, hay ciertas excusas. Lo que no tiene excusa es que uses palabras que tú mismo no conoces.”

Pasemos ahora a un ejemplo de errores de puntuación que los autores han titulado: cuando el autor puntúa como un histérico; pero, antes me gustaría hacer un comentario relacionado con la coma: en algún momento de la vida, probablemente en el renacimiento cuando apenas estaban pensando en poner signos de puntuación para poder entender la chorrera que se escribía, a alguien se le ocurrió que una buena manera de explicar el uso de la coma es decir que marca los espacios para respirar, y esa explicación, que no puede estar más alejada de la realidad, hoy, se hizo, en términos actuales, viral; sin embargo, la coma se usa para marcar frases, encerrar aclaraciones, separar interjecciones, enumerar… y otros usos, ninguno de ellos tiene que ver con indicarle al lector que ya puede respirar; en conclusión: jamás pongás una coma con base en tu capacidad respiratoria, si hiciéramos esos sería fácil reconocer a un fumador por sus escritos.

Ahora sí al ejemplo:

¡Qué difíciles son los hombres! [entre signos de exclamación] Al principio Jordi parecía estar muy pendiente de ella. Pero ¡ahora Melinda no sabía QUÉ pensar! [entre signos de exclamación ‘qué’ escrito en mayúscula] Se había mostrado muy frío cuando ella fue corriendo hacia el callejón cuando casualmente lo vio, rodeado por sus colegas de aspecto patibulario.

Quizá había cometido un ERROR [‘error en mayúscula], pensó cuando se encaminó hacia su cita y dejaba atrás los inhóspitos muelles del puerto. ¿¡Cómo podía ella saber que acabaría siendo tan GROSERO!? [pregunta entre signos de interrogación y signos de exclamación, ‘grosero’ escrito en mayúscula] Estaba oscureciendo y los portales de los edificios estaban llenos de Mujeres de la Vida [M y V en mayúscula] pintarrajeadas y oliendo a perfume barato. Lo ODIABA [odiaba, en mayúscula], odiaba que esas mujeres vendieran su Más Preciado Tesoro [M, P y T en mayúscula], ese que estaba destinado a ser ofrecido únicamente a sus maridos.

¡Y de repente vio a Jordi! [entre signos de exclamación] Y su corazón se derritió, lo mismo que si hasta ese momento hubiera estado helado y hubiera acabado acusando el calor de aquel país.

—¡Jordi! [entre signos de exclamación] ¡Soy yo! [entre signos de exclamación] ¡Cuánto me alegro de verte! [entre signos de exclamación] —dijo, y fue corriendo hacia él, todas sus dudas olvidadas.

Cerramos esta primera parte del resumen con un listado de errores de estilo:

  1. Cuando los diálogos suenan irreales.
  2. Cuando el autor se rehúsa a utilizar “dijo” y en su lugar se va por sinónimos o indicaciones de acción rebuscadas que obstaculizan la lectura.
  3. Cuando el autor usa mal los adverbios o abusa de ellos.
  4. Cuando los personajes tienen la misma voz del narrador.
  5. Cuando la narración parece una carta entre oficinistas.
  6. Cuando los personajes no dialogan, sino que describen.
  7. Cuando un personaje le cuentan a otro algo que ya ambos saben.

Casi en todas las situaciones que no implican un peligro físico o una gran sorpresa, piénsatelo dos veces antes de emplear los signos de exclamación. Si te lo has pensado dos veces y los signos de exclamación siguen ahí, piénsatelo tres veces, o el número de veces que sea necesario para quitarlos de una vez.