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Para David Mamet, el propósito del arte no es transformar, educar o entretener, el propósito es deleitar esta idea es cercana a la del dramaturgo colombiano Fabio Rubiano, para quien el propósito del teatro sí es entretener, pero el entretenimiento entendido como un generador de placer.

Es así como Mamet desarrolla esta idea: primero, asevera que las personas interpretamos la realidad dentro de una estructura dramática de tres actos, luego, bebiendo de la teoría de la travesía del héroe de Joseph Campbel, nos dice que el teatro trata sobre el periplo del héroe, acto seguido nos expone la ganancia del espectador al ser testigo de dramas bien escritos, para finalmente llegar a lo que dijimos primero: el propósito del arte no es transformar sino deleitar.

Preciosa humanidad, les saludo. Esta semana estaremos calentando de la mano de David Mamet, dramaturgo, guionista y director estadounidense, fue guionista de Hannibal —la primera—, Glengarry Glen Ross, esa es una obra de teatro que luego fue adaptada al cine, para eso le añadió una escena cuya función era introducir el conflicto a través de un monólogo que estuvo a cargo de Alec Baldwin.

Y hombre, aquí yo me veo obligada a hacer un alto para chismosear un poquito de mí: Glengarry Glen Ross, la montamos en la universidad cuando yo estaba en quinto o sexto semestre de la carrera de teatro, de alguna manera nos dimos cuenta de que la película existía y que Al Pacino actuaba ahí, ya se imaginarán la urgencia que tuvimos por saber quién hacía el personaje de Pacino, el tema salió en clase y el profesor/director nos dijo: “no la vean”, obviamente eso era un llamado para que la viéramos. Sólo teníamos un problema, esa es una película de 1992 y estábamos más o menos en el 2005, o sea, bajarla de internet no era una opción viable, afortunadamente todavía existían estos lugares de alquiler tipo blockbuster y, aunque se habían actualizado al alquiler de DVD’s, porque algunos locales conservaban uno que otro VHS por ahí enredado. Para no hacer la historia larga, luego de llamar a muchos lugares, dimos con uno que tenía la peli en VHS, la alquilamos, la travesía para encontrar un reproductor fue bastante menos complicada la verdad. Luego de ver la película, de decepcionarme porque Al Pacino no interpretaba mi personaje, yo, en mi hermosa arrogancia adolescente, me quedé con la sensación de que mi propuesta de personaje era más interesante que la de Ed Harris, él es el actor que, en la película, hizo el personaje que yo hacía en la obra, lo gracioso, además de la arrogancia, es que mi propuesta era un perfecto cliché.

En fin, la adolescencia… todo esto para decir que Mamet, es un escritor que admiro, respeto y espero dejar lo suficientemente bien parado en este podcast para que, si no lo conocés, vayás a buscarlo y lo leás.

Ahora sí, hasta ahí el chisme introductorio, volvamos a Los tres usos del cuchillo.

Al iniciar decíamos que para Mamet las personas entendemos la realidad dentro de una estructura de tres actos, la bien conocida base aristotélica de inicio nudo y desenlace.

Desarrollemos esa idea. Pero, primero te recuerdo que en este podcast las citas textuales las escucharás en segundo plano.

Ahora sí…

El todo teatralizado

“Teatralizamos el tiempo, el tráfico y otros fenómenos impersonales haciendo uso de la exageración, la yuxtaposición irónica, la inversión, la proyección y todas las estrategias de las que se valen el dramaturgo, para crear fenómenos emocionalmente significativos, y el psicoanalista, para interpretarlos.”

Mamet parte de esta idea, para decir que somos los protagonistas de nuestra propia historia, sí yo sé que es cliché pero qué le vamos a hacer, Mamet se sirve de ella para explicar cómo es que entendemos las situaciones y conflictos cotidianos como un fenómeno teatral, desde la espera de un bus hasta un partido de futbol, y es así que “’Nuestra comprensión de la vida, nuestro propio drama, se resume en tres partes: Había una vez… Pasaron los años… Y un día’.”

Es probable que incluso en ese enunciado de actos tu cabeza haya empezado a llenar los puntos suspensivos con una historia. Acá va una, para ejemplificar que en la vida buscamos la emoción producida por el periplo del personaje protagónico en la historia, lo último que queremos es que la pelea termine en el primer round, nos aburrimos si en el primer tiempo del partido de futbol un equipo ya metió cinco goles, nos aburrimos cuando nos matan el drama, cuando muere el conflicto:

Este es el ejemplo de Mamet:

“En el primer acto, evidentemente, nuestro equipo se adueña del campo y se impone al contrario; nosotros, sus seguidores, nos sentimos orgullosos. Sin embargo, antes de que este orgullo se convierta en arrogancia, ocurre algo: nuestro equipo comete un error, y el bando contrario reacciona y se crece haciendo gala de una fuerza e imaginación insospechadas. Nuestro equipo flaquea y se repliega.

En el segundo acto de este partido perfecto, nuestro equipo, confuso y abatido, olvida los principios de cohesión, estrategia y destreza que le hacían fuerte y se va hundiendo en el abatimiento más profundo. Cualquier esfuerzo para resarcirse fracasa. Y justo cuando creemos que la suerte empieza a cambiar, se produce un penalti o una decisión arbitral que nos devuelve al punto de partida. ¿Podía haber ocurrido algo peor?

Pero… un momento: cuando todo parece irremisiblemente perdido, llega la ayuda (tercer acto) desde un flanco inesperado. Un jugador hasta entonces considerado mediocre sale con un bloqueo, una escapada o un lanzamiento que proporciona el atisbo (un atisbo ¡atención!) de una posible victoria.

Sí, solo un atisbo, pero basta para que el equipo se lance a jugar casi con todo su esfuerzo. Y los jugadores, en efecto, se recuperan. Nuestro equipo vuelve a igualar el marcador y, mirabile dictu, su juego es precisamente el que los puede llevar a la victoria.

Pero por poco tiempo, ya que una vez más pierden la ventaja. Otra vez por culpa de la fatalidad o de su mano derecha, un árbitro obcecado, ignorante o malintencionado.

Pero fíjense: la lección del segundo acto no cayó en saco roto. Algunos pueden creer que es demasiado tarde, que se está agotando el tiempo, que nuestros héroes están demasiado cansados. Sin embargo, ponen toda la carne en el asador y hacen un último esfuerzo, el último intento. ¿Y logran imponerse? ¿Consiguen la victoria cuando quedan escasos segundos para que finalice el partido?

No pueden por menos que triunfar, pues en los últimos segundos el desenlace depende de aquel Guerrero Solitario, aquel héroe, aquel campeón, aquella persona sobre quien en el momento final recaen nuestras esperanzas, todas las expectativas del público; la última jugada, corre, pasa, penalti… Sí.

Pero esperen un momento: ese Guerrero que habíamos designado para la jugada, ese campeón, resulta lesionado. En el banquillo no queda nadie, salvo un neófito, etcétera, etcétera.”

¿De qué trata el teatro?

Entonces, si interpretamos la realidad como un fenómeno teatral ¿de qué trata el teatro? Justamente de eso, de la realidad, entonces nos interesa la historia de aquel o aquella que está atravesando un camino que no eligió, pero avanza. Mamet habla del periplo, de personajes que no ceden a la tentación, de encontrarse, el o la protagonista, en un camino al que fue llamada, habla de héroes o heroínas de la historia, todo eso es la teoría de Joseph Campbel sobre la travesía del héroe, y también es un curso del Gimnasio por si querés echarle un ojo.

Ahora que sabemos que hablamos del camino del héroe o la heroína podemos inferir que lo que pasará al final es que ese personaje protagónico se encuentra a sí mismo o a sí misma, encuentra su verdadero yo, tengo que aclarar que eso no condiciona, de ninguna manera el tipo de final de la historia, que el personaje se encuentre con su ser no es sinónimo de final feliz.

“Habitamos un mundo extraordinariamente depravado, interesante y salvaje donde las cosas no son en absoluto equitativas, y el propósito del auténtico drama es ayudar a que no lo olvidemos.”

El auténtico drama. Lo que Mamet está haciendo aquí es una distinción entre eso que llama ‘auténtico drama’ y el drama político, la telenovela, la obra romántica y la obra de conflicto social, la primera vendría a ser la obra que guarda la estructura de tres actos y trata sobre el periplo de un personaje para la consecución de un objetivo claro, las demás no cumplen estas reglas y por tanto “están relegadas al olvido”

La ilusión de poder

Estas obras de ‘segunda clase’, como llama Mamet a las obras que no son ‘auténticos dramas’

“permite al espectador abandonarse a una ilusión de poder: ‘Veo las opciones que me presentan y decido (junto con el autor) cuál es la correcta. Si yo me encontrase en el lugar de los que están sobre el escenario, me inclinaría por la opción correcta: me pondría al lado del héroe o de la heroína antes que del malo’.”

Esa posibilidad de tomar la decisión socialmente entendida como correcta, y verla avalada en el devenir de la obra es lo que alimenta cierto sentimiento de superioridad moral, algo parecido pasa al ver reality shows en los que los participantes con su comportamiento atacan la moralidad del espectador, el placer está en creerse mejor persona. El punto de vista desde el que se realiza el programa es el del espectador, así el prejuicio del televidente está avalado por el programa que dice: tú eres mejor persona que ellos. Y el televidente cuando lo ve piensa: yo soy mejor persona que ellos, soy moralmente superior.

“En estos falsos dramas nos abandonamos al deseo de sentirnos superiores a los acontecimientos y a la historia; es decir, al orden natural.”

Esta interpretación de la relación del espectador con la obra genera una pregunta importante, en este sentido ¿cómo hacer que el espectador viva la representación en lugar de conectar con el prejuicio o indignarse?

Y entonces todo se reduce a algo, en apariencia, simple, que la heroína o el héroe tenga la facultad de resistir, esto le

“…confiere emotividad al periplo del héroe.

Y para que el público lo viva, es esencial que el escritor lo sufra también. Por eso escribir no es una tarea sencilla.”

El propósito del arte

Al empezar este resumen decía que para Mamet el propósito del arte es deleitar, creo que la comprensión de esta tesis se amplía con la siguiente cita: “El teatro existe para tratar problemas del alma y misterios de la vida humana, no calamidades cotidianas.”

Es importante tener en cuenta aquí que Mamet se refiere a la temática del texto dramático, no a si hay o no acciones o situaciones cotidianas, es así como para ejemplificar la definición de arte refiere a Esperando a Godot de Samuel Beckett, una obra que inicia con dos hombres esperando la llegada de un tal Godot, continua con dos hombres esperando la llegada de un tal Godot y finaliza con dos hombres esperando la llegada de un tal Godot.

“Cuando uno entra en el teatro, debe estar con el ánimo dispuesto a decir: «Nos hemos reunido todos aquí para experimentar una comunión, para descubrir de una vez qué es lo que pasa en este mundo». Sin esta disposición se obtiene entretenimiento y no arte (y un entretenimiento bien pobre, por cierto).”

Aclarado el tema de la obra, hablemos de objetivo: a este respecto, Mamet nos dice que la verdad viene a ser irrelevante en el drama, siempre que lo que pase guarde profunda relación con ese objetivo que orienta el camino:

“‘Paz con honor’, (…) ‘Economía de la oferta’, ‘Recuperar la ilusión’, ‘Devolver el orgullo’: estos son los elementos del gran espectáculo. No son objetivos sociales: son, como nos enseñó Alfred Hitchcock, el MacGuffin. Naturalmente, este término inventado por Hitchcock se refería a «el objeto deseado por el héroe», y su afición por este concepto explica en gran parte su éxito como director de cine.”

Así cerramos el episodio de hoy, te recuerdo que las recetas para escribir ficción no existen, la teoría es funcional para ampliar los recursos creativos y nada más.

Preciosa humanidad, muchísimas gracias por escucharme. Recordá ir a gimnasioparaescritores.com y sucribirte al Plan Rutinas de Entrenamiento, si es que todavía no lo has hecho.

Un saludo, abrazo gigante y hasta luego.